sábado, 11 de noviembre de 2017

La leyenda mitológica del origen de Madrid





1) Un cambio de mentalidad en la época

En mitad de la edad media y de la edad moderna, gran parte de la Europa occidental estaba en guerra permanente con los musulmanes. En 1492, España había terminado su reconquista cristiana, expulsando a los árabes de España, después de más de 7 siglos de presencia árabe en nuestro suelo, y desde 1453, el continente europeo veía llegar desde Asia un nuevo enemigo; el imperio otomano, que ese año tomó los últimos reductos del imperio romano; la capital bizantina, Constantinopla.

En aquellos años de la modernidad, Europa luchaba entre sí para reconfigurar sus fronteras y límites, pero sobretodo vivía permanentemente bajo la amenaza del enemigo exterior que venía para tomar Europa y el mundo e imponer su religión y su forma de vida islámica

Rápidamente, la amenaza del turco, del sarraceno, del árabe, del infiel, del otro, se tejía sobre toda Europa, y por ello, los estados cristianísimos del occidente europeo tenían que tejer sus propias identidades, sus leyendas y tradiciones de autoafirmación para erigirse en campeones, adalides y estandartes de la cristiandad frente a la amenaza turco-islámica.

España ya sabía más que de sobra en qué consistía ese juego; había conseguido que sus monarcas se titulasen "católicos" desde la época de Isabel y Fernando, los "Reyes Católicos", con ayuda del papado romano y, gracias al emperador Carlos V de Austria, España había sido punta de lanza y martillo contra los herejes del mundo cristiano, al ser los primeros en combatir con dureza a inicios del siglo XVI la reforma protestante que lideraba desde el imperio Martín Lutero, y además, fue patrocinadora del Concilio de Trento y la contrarreforma católica, siendo conocida como "luz de Trento, y espada de Roma".

Sin embargo, bien es cierto que a España le faltaba algo que otras naciones sí tenían; una capital gloriosa con un pasado claro y bien definido que hundía sus raíces en lo mejor de la tradición clásica romana, en el mundo occidental que en la edad moderna luchaba por recuperarse.

Londres tenía, y lucía con orgullo, el privilegio de haber sido fundada por el gran imperio romano como "Londinium" y hacía gala de su latinidad. Roma, y las actuales Italia y Grecia seguían haciendo gala de ser los lugares de nacimiento del mundo occidental grecolatino.

Francia y la actual Alemania se enorgullecían de su pasado germánico-céltico, bien a través de ser los herederos directos de los parisios (pueblo de origen celta) y de los francos (pueblo de origen germánico), bien a través de ser los herederos directos y el corazón de los burgundios y del mismísimo Sacro Imperio Romano Germánico, y hasta el Imperio Ruso podía afirmar que algunas de sus ciudades europeas eran herederas directas de los vikingos y nórdicos.

Caso muy diferente era el de España. Si bien gran parte de las ciudades más antiguas bebían directamente de la herencia clásica romana (Sevilla, León, Mérida, Pamplona, Zaragoza...) e incluso griega (Ampurias), no pasaba lo mismo con su capital, Madrid.

España siempre tuvo ese problema; que, a diferencia de las otras grandes naciones e imperios europeos, carecía de una gran capital imperial esplendorosa que impresionara al mundo. Lejos de ello, en la España imperial del siglo XVII, Madrid era considerada una ciudad menor, fea, pequeña, poco glamurosa y desde luego, no a la altura de un imperio que aún en esas fechas dominaba gran parte del mundo, como muy bien intentarían remediar siglos después los Borbones.

Además de ello, Madrid, capital del imperio español desde que en 1561 el rey Felipe II de Austria lo decidiera así, tenía otro gran lastre que, aunque pudiera parecer cosa menor en la época, a nivel simbólico la hacía débil con respecto al resto de las capitales europeas e incluso con respecto a otras ciudades españolas; no era una ciudad clásica.

Mientras que, como hemos dicho, el resto de capitales europeas e incluso españolas hunden sus raíces en el mundo clásico grecolatino y hacían gala de ello en su lucha contra los otomanos islámicos, Madrid, capital de España, no solo no podía decirlo si no que tenía que callar y ocultar ante el mundo cristiano occidental una dura verdad; era un ciudad fundada  y creada por los musulmanes.

Como todo el  mundo sabe, Madrid fue fundada de la nada (aunque cada vez más investigadores creen ver restos romanos y visigodos en los aledaños de la capital) en el siglo IX por parte del emir cordobés Muhammad I que, ya en aquellos años, tejía una influencia a través del Al Ándalus por casi toda la península ibérica. De esa época aún quedan bien visibles restos originales del Madrid musulmán, como las murallas árabes, o parte de su toponimia.

Esto, que a día de hoy es motivo de orgullo y enriquecimiento para los madrileños, se veía de una forma muy distinta en la Europa cristiana en lucha contra los musulmanes del siglo XVI-XVII, y uno de nuestros reyes de aquella época, el rey Felipe III de Austria, hijo del gran constructor del Escorial y nieto del emperador cristiano, lo sabía muy bien, e hizo todo lo posible por hacer algo muy típico en la época; reinventar la historia de Madrid, y con ello de España; la propaganda había nacido.

Reinando a caballo entre el tumultuoso siglo XVI y el siglo XVII, el reinado de Felipe III se caracterizó, a diferencia de sus predecesores y sucesores, por una época de calma y tranquilidad; el imperio español estaba territorialmente en su época de mayor esplendor y auge, dominaba gran parte del mundo conocido hasta ese momento y vivíamos en una "Pax Hispánica" caracterizada por la hegemonía española, aunque siempre con los ojos atentos y vigilantes ante la vecina amenaza de los sarracenos otomanos que amenazaban constantemente la Europa cristiana desde Constantinopla, ahora rebautizada por los musulmanes como Estambul.

Los otomanos ya habían intentado adentrarse seriamente por toda Europa, y para la época de Felipe III, a finales del siglo XVI e inicios del siglo XVII, ocupaban toda la actual Turquía, casi todo el norte de África y los actuales Balcanes, amenazando desde allí y desde el mediterráneo el continente, a través, especialmente, de lo agresivos sultanes otomanos Suleimán I y Selím II, que intentaron entrar en territorio europeo, y que fueron frenados en 1529 y 1571 en Viena y en  Lepanto.

A esta competencia extranjera internacional de Madrid de las otras potencias cristianas, se le añadía a inicios del siglo XVII la competencia interna de otras ciudades españolas, y es que, aunque en 1561 Felipe II había ya asentado a Madrid como capital española, durante apenas 5 años (1601-1606), nuevamente volvió la itinerancia a las costumbres capitalinas del nuevo monarca Felipe III ya que, por influencia del aquel momento hombre fuerte del rey, el Duque de Lerma, se consiguió que la corte española se trasladara temporalmente a Valladolid, elemento que, a juicio de D. Valera, se explica por los negocios e intereses inmobiliarios en la ciudad castellana del duque español siendo, según ella, "uno de los primeros casos de especulación inmobiliaria".

2) Ocno Bianor y el origen mitológico de Madrid

Este freno temporal a la expansión musulmana, y el cuestionamiento temporal de Madrid como capital española, fue aprovechado en la época del cristianísimo rey español Felipe III para reinventar la propia identidad de los madrileños en una época en la que se hacía necesario reafirmarse frente a los árabes, a las capitales europeas y hasta los vallisoletanos, y para ello se inventa en ese momento una historia; el origen mitológico de Madrid.

Frente a la dura realidad de la fundación árabe, en la época de Felipe III aparece y circula una leyenda que vendría a afirmar los orígenes greco-latinos de Madrid; la leyenda de Ocno Bianor.

Básicamente, esta leyenda habla del Príncipe Ocno Bianor, hijo del rey Tiberis, Rey de los Toscanos y de los Latinos (descendientes de los troyanos), y de Mantho que, tras morir su padre, y debido a la ambición de poder de su hermano, se ve obligado a marchar fuera de su reino como soldado. En ese viaje, llega a las fértiles tierras de la península ibérica, donde funda en una tierra llana a orillas de un río la ciudad de Mantua Carpetana, hoy Madrid.

La leyenda surge de forma documentada y elaborada por primera vez en un texto escrito entre 1617-1627 en los últimos años de reinado de Felipe III, y publicado en 1629, la llamada "A la muy antigua, noble y coronada villa de Madrid", escrita por Jerónimo de Quintana (1576-1644).

Quintana, según José Manuel Castellanos Oñate, fue un licenciado madrileño en lógica, dialéctica, física y teología, y llegó a ser notario del Santo Oficio y rector del Hospital de La Latina, y su popularmente conocida como historia de Madrid fue de gran importancia, al ser la primera historia completa de la capital española.

Según la obra de Quintana, Madrid no sería fundada por los árabes, sino que, imbuido como buen madrileño en un localismo de afirmación frente a la más antigua Valladolid (de posible origen romano) y en un nacionalismo hispano greco-latino frente a los otomanos turcos, afirma que fue creada por el Príncipe Ocno Bianor, según él "de origen griego", aunque afirma ser hijo de latinos, y por lo tanto latino, y pre-romano, pues la capital imperial aún ni si quiera había sido fundada.

Quintana resume la leyenda de la fundación de Madrid literalmente así;

Mantua Carpetana (Madrid), fue fundada por el Príncipe Ocno Bianor en el año 879 a.c.  (y por lo tanto 126 años antes de la fundación mitológica de Roma por Rómulo y Remo), siendo Rey de los Latinos Agripa Silvio (hermano suyo, descendiente de Eneas, el mítico héroe troyano que escapó de la destrucción de la ciudad, y antecesor de Rómulo y Remo).

Ocno Bianor, según Quintana, era hijo del anterior Rey de los Latinos, el Rey Tiberino Silvio, que reinó durante 8 años, muriendo en combate a orillas del actual Río Tíber, y quedando Mantho embarazada del príncipe.

Al crecer, Ocno Bianor se encuentra ante la situación de que su hermano, el también hijo del Rey Tiberino, Agripa Silvio, reinaba en el reino latino, y Mezencio ejercía la tiranía en el vecino reino etrusco-toscano. Debido a ello y a su dominio de las armas, toma la determinación de volverse guerrero y soldado y, atraído por la fama de las riquezas de las tierras de España, y aprovechándose, según él, de estar despoblada parte de ella, pasa con un grupo de soldados a estas tierras con unos 30-32 años, en una época en la que los griegos habían pasado ya por España.

Una vez en España, funda la ciudad de Mantua Carpetana (Madrid) en el año  879 a.c., como dice él, mucho antes y por tanto más antigua que Roma, probándolo, según él, en que el padre de Ocno, el Rey Tiberino Silvio de los latinos, reinó unos 200 años antes que Rómulo, fundador de Roma.

Una vez visto el origen mitológico, según Quintana, de la fundación greco-latina de Madrid, veamos según éste mismo autor de dónde viene el extraño nombre primitivo de Madrid, Mantua Carpetana. 

Según Quintana, el nombre de Mantua Carpetana tendría dos partes;

Por un lado, "Mantua", que vendría originado por el nombre de su madre, Mantho, apodada "la Fatídica", como lo prueba que en zona latina exista la también ciudad de Mantua (que sigue existiendo), fundada según Quintana por el mismo Ocno Bianor mucho tiempo después, a su regreso a su patria de origen como homenaje y recuerdo nostálgico de su Mantua Carpetana.

Por otro lado, "Carpetana" vendría según Quintana por diferentes teorías e hipótesis; por un lado, él le da mucha credibilidad a la teoría de que "Carpetana" vendría de "Carpento", que en latín significa carro, y que deriva del hecho de estar ubicada en tierra llana y espaciosa acomodada para el uso de los carros. Por otro lado, carro derivaría de las 7 estrellas de la constelación del carro.

Otra teoría, según Quintana de Francisco de Benavides, o Antonio de Nebrija, es que Mantua Carpetana  significaría cabeza de los pueblos carpetanos que, dice Quintana, según Estabrón o Claudio Ptolomeo sería todo el territorio ubicado entre Sierra Morena y la Sierra de Segovia ( de la cual formaría parte también el Reino de Toledo, también carpetano).

Aún sostiene Quintana otra extraña teoría, según la cual, el propio Ocno Bianor y un amplio séquito de soldados suyos llamaría Carpetania a esta zona, e introdujeron el latín en algunas zonas de España. 

Los romanos, tiempo después, al llegar aquí y encontrarse con esta zona de influencia latina, le mantuvieron su nombre y lengua. Sin embargo, Quintana hace una mezcla algo extraña entre soldados griegos, pueblos latinos y romanos como un todo único que parece no encajar demasiado bien en su relato. Como hemos dicho anteriormente, de hecho, en su relato, Quintana menciona a Ocno Bianor al mismo tiempo como "griego" y como "latino", no quedando claro exactamente bien cuál era la procedencia del mítico héroe fundador de Madrid.

Los resquicios visibles de la presencia greco-latina en Madrid estaban claros para Quintana y existía una prueba claramente visible de esta herencia en la ciudad de Madrid; según él, "los griegos tomaron por divisa el símbolo del dragón, y como suya la pusieron por armas a esta antiquísima villa de Madrid, como fundación suya".

Ello es una referencia clara al famoso dragón o culebra que, durante mucho tiempo, estuvo labrada en piedra en un arco de la Plaza de la Puerta Cerrada de Madrid, que según Mesonero Romanos;

"Era llamada en lo antiguo la Puerta de la Culebra, por tener esculpida encima de ella aquella célebre culebra o dragón, que a tantos comentarios ha dado lugar sobre su origen, atribuyéndole algunos de los analistas madrileños nada menos que a los griegos, fundadores, según ellos, de la villa, a quien dejaron como blasón este emblema, que solían llevar en sus banderas".

Esta leyenda, aparentemente ridícula, y que claramente pretendía ignorar la influencia árabe-islámica en la fundación de Madrid, debió de generar un fuerte impacto en la sociedad y los círculos intelectuales españoles y especialmente madrileños del siglo XVII, como lo evidencia el hecho de que, poco menos de 30 años después de la publicación del libro de Quintana, en 1656 se publicara el más conocido mapa topográfico de la historia de Madrid, la famosa y celebérrima  "Topografía de la villa" de Pedro Texeira que, si nos fijamos en la parte superior, describe el mapa de la ciudad con el nombre de "Mantua Carpetanorum", nada menos que un mapa institucional oficial de la época.

Parece ser que, al menos aparentemente durante algunas décadas, la leyenda mitológica de Ocno Bianor y su Mantua Carpetana, que tan bien venía a los madrileños, generó algún tipo de credibilidad en la sociedad de su época, tratando de emular en la antigüedad de Madrid, a otras ciudad españolas y europeas.

Sin embargo, para los siglos XVIII y XIX, la leyenda de Mantua Carpetana dejó de tener credibilidad, y si bien el nombre de Mantua Carpetana nunca se usó de forma oficial, a pesar de la curiosa referencia de Texeira, éste concepto definitivamente desaparece en siglos posteriores de las crónicas y documentos oficiales y extraoficiales, a pesar de que la leyenda extraña del origen greco-latino de Madrid siguió sobrevolando la historia de Madrid, por el extraño grifo-dragón-culebra de la Puerta Cerrada (tan difícilmente explicable durante mucho tiempo y que aún hoy en día sigue dando que hablar) que, increíblemente, siguió presidiendo el escudo madrileño durante los siglos XIX y XX.

Fuentes;

- Quintana, Jerónimo de. "A la muy antigua, noble y coronada villa de madrid". 1629.

-Valera, D. "El Duque de Lerma o el arte de la corrupción". En "Hoy". 11/02/2012.

-Castellanos Oñate, José Manuel. "Biografía de Jerónimo de Quintana.  En "El Madrid medieval".

-Gea Ortigas, María Isabel. "El plano de Texeira". 2002.

-Mesonero Romanos, Ramón de. "El antiguo Madrid. Paseos históricos-anecdóticos por las calles y casas de esta villa". 1861.

-Vilar, Pierre. "Historia de España". 1947.

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